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EL BOCIGANO

LA OLMA VIEJA

LA OLMA VIEJA

Era, un viejo árbol; grueso; de tronco rugoso y ramas largas que se extendían en todas direcciones. Estaba situado casi en el centro de la plaza de El Bocígano, ¿desde cuando?, Tal vez vió fundarse el pueblo. Era un árbol centenario; un viejo compañero de los vecinos del pueblo que vió pasar generaciones de vecinos, dió sombra para los cansados agricultores, los niños jugaron bajo la protección de sus ramas, las ovejas pasaron rozando con sus lanas el centenario tronco, como saludando, así en señal de gratitud al viejo árbol.

Se le llamó "la olma", en femenino, quizá porque parecía una abuela muy vieja llena de arrugas y sus ramas largas parecían los brazos de una abuela que llevaba siglos allí, en permanente conversación con la torre de la iglesia.

¿Qué hablarían entre sí la torre y la olma?. Tanto vio bajo su sombra, tanta gente se sentó a descansar, todos los años los machos rodearon en sus quiebros y requiebros el grueso tronco, y bajo su ancha copa se cobijaban las imágenes de San Miguel y Ntra. Sra. la Blanca en el día de la procesión...

En 1914 se puso un cerco cuadrado de piedras grandes alrededor de su tronco para que la gente se pudiera sentar bajo la copa.

La olma siguió ahí, como monumento central en la plaza. Tuvo después a una fresca compañera: la fuente de los dos caños quien la daba conversación con los sonidos de su chorro de agua.

Y pasado el tiempo, la olma comenzó a cobijar a unos nuevos objetos que llegaban a El Bocígano: los automóviles que aparcaban junto a su tronco.

Así siguió transcurriendo la historia hasta que en el año 1992, hubo de ser talada. El olmo había sido cortado porque estaba enfermo. No había remedio. Ningún vecino de Bocígano quiso verla desaparecer, pero la enfermedad de éstos árboles los echa a perder por completo. En su lugar sólo quedó el montón de piedras y tierra que formaba el cerco, en una de las cuales aún se leía "1914", y las raíces del árbol retorcidas entre la tierra. Posteriormente se reconstruyó el cerco y se plantó un nuevo árbol.

Ahora la plaza estaba desnuda, la faltaba algo, la "guinda" que adornaba el centro, la centenaria olma vieja bajo la cual se desarrollaron tantas cosas de la historia de Bocígano.

La olma fue convertida en enormes "medallones" de madera, pues su tronco fue serrado en rodajas. "Vaya rajas de chorizo" -decía un vecino al verlo-. Más de un metro de diámetro medían y de sobra.

Las rodajas fueron almacenadas en el local del horno de hacer pan, junto con los columpios que se guardan durante el invierno y se sacan para los niños al llegar el buen tiempo. Viendo el fin del tradicional árbol, recordamos el poema de Antonio Machado "A un olmo seco". Si Machado hubiese conocido la olma vieja, quizá la hubiese dedicado otros versos, aunque los ya existentes parecen estar ahora escritos para el centenario árbol de la Plaza de El Bocígano.

Sin embargo, el pueblo no podía quedarse así como así, y rápidamente los vecinos tuvieron una perfecta solución para la soledad de la plaza, de modo que poco después de la tala de la Olma, se construyó un nuevo cerco de piedra tradicional y en su centro se plantó un jovencísimo árbol nuevo que desde entonces sustituye al anterior Olmo. El nuevo árbol va creciendo poco a poco, dando nueva vida a la plaza, para contento de los vecinos del pueblo y vistantes.

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